lunes, 4 de febrero de 2013

En la mirada del otro

Hay mucha gente que busca cariño. Y lo buscan en amigos, amantes, familiares... Los hay que van más lejos y lo buscan en conocidos o incluso desconocidos. Sentir ese calor humano es fundamental para sentirse personas.

Y ese calor humano sólo se percibe a través del "otro". Ese otro, esa otra persona, tiene que reconocernos como persona también y valorarnos. Tratarnos con ternura, respeto, consideración... es decir, tiene que validarnos como persona merecedora de afecto y reconocimiento.

Y mucha gente, mientras tanto eso no pasa, siente que no vale nada. Van por la vida como arrastrándose, sin sentirla plena. Sin esa otra persona que les dé calor humano, se siente vacía, la vida no tiene sentido. Más que vivir, se sobrevive.

Pero...¿por qué esperar que eso lo haga otra persona? ¿Esperamos que venga alguien y nos alimente cada mañana? ¿La vida no tiene sentido si no podemos vivirla con alguien?

Porque de vidas, sólo se tiene una. Así sea buena o mala. Y es uno mismo quien decide si ésta es o no buena o mala. Es una pena desperdiciarla, esperando a esa persona especial que nos haga sentir bien en nuestra piel. Esa responsabilidad debería ser aceptada por cada uno de nosotros y aprender a querernos, a mimarnos, a sentirnos.

Por ejemplo. Mucha gente está falta de caricias. Desearían que alguien les tocase, les rozase, les abrazase, les besase.... y, mientras tanto, la relación que mantienen con su propio cuerpo es fría, objetiva. Se duchan, se visten, se alimentan... sin sentir placer alguno. Sus sentidos no disfrutan de esas experiencias si no es estando acompañado. Viéndolo así, ¿no os parece que es algo ridículo? ¿Por qué vale más la caricia de alguien que parece apreciarnos que una caricia propia? ¿Es que por darla uno mismo no tiene valor? ¿Por qué desearíamos ducharnos con alguien para poder frotarle cariñosamente la espalda, vestirle para poder jugar con sus sensaciones o cocinarle o comer con él para poder saborear más esos alimentos? ¿Por qué esperamos que venga alguien a darle sentido a nuestra cotidianeidad si no somos capaces de dárselo nosotros mismos? ¿Por qué no podemos  tratarnos como trataríamos a alguien a quien queremos? ¿PORQUE NO NOS QUEREMOS SI NO NOS QUIEREN?

Tal vez deberíamos repasar nuestros por qués, de dónde vienen esos deseos y, sobretodo, para qué los seguimos teniendo si nos hacen infelices. Si compartimos la vida con alguien, será bonito, pero también lo es vivir nuestra vida, porque en ella misma está el propio milagro, no en las ajenas. Muchas veces, nadie nos enseña a querernos pero siempre es pronto para aprender a hacerlo, para iniciar un romance para toda la vida con uno mismo. Por supuesto, sin que esto excluya el valorar a los demás pero, sobretodo, sin que implique no poder hacerlo sino es mediante alguien.

Podemos empezar hoy mismo por aprender a disfrutar de la sensualidad de nuestro propio tacto, de nuestras caricias. Os animo a ello, !a relacionaros con vuestro cuerpo como lo haríais con el del ser amado!

Los manuales sobre hombres y mujeres

Siento decir que no hay manual al uso. Cada persona es una aventura, independientemente de su género.

Quien crea que conoce a alguien porque parece ajustarse a un perfil determinado, en el momento menos pensado puede descubrir que no lo conocía para nada. De hecho, si ya cuesta conocernos a nosotros mismos...

Y quien diga que todos los hombres o mujeres que ha conocido son iguales es que o no ha conocido a muchos o muchas y está generalizando, o no ha profundidazo en los que ha conocido.

Ni siquiera los gemelos monocigóticos son iguales al 100%. Pongo un ejemplo:

A mí me encantan las playas paradisíacas, valoro sus particularidades. Profundizando, puedes ver que sus gentes, su fauna, su flora... tanto acuática como terrestre, es variada y diferente. Comparten características, pero también se diferencian. Para otras personas, todas las playas paradisíacas se parecen y da igual ir a una que a otra. Su criterio para decidirse por una u otra, por ejemplo, podría ser el ir a la más económica o cercana. Y vista una, vistas todas.

¿Las playas son diferentes o no lo son? Para unos sí, para otros no. Depende de cómo sea uno de abierto mentalmente para apreciar las singularidades propias de cada cosa. La realidad es la misma pero cada uno la ve como quiere. Para alguien que aprecia los matices, el no verlos es empobrecer la vida. Para alguien que no los ve, el verlos es complicársela y andarse con tonterías. Así que, en definitiva, da igual que los hombres o mujeres sean o no complicados, lo importante es cómo cada una o uno aborda el tema, cómo abordamos el conocer a un hombre o mujer nuevos en nuestras vidas, si se le ve como un enemigo, como un posible amigo o amante, como uno más de tantos, como alguien único...

Claro que los manuales tranquilizan, y se venden como roscas, porque nos hacen pensar que podemos comprender de qué va la cosa y así movernos mejor en ese nuevo entorno, en el que apostamos nuestra autoestima según consigamos nuestros fines o no, pero toda generalización, ya por definición, no representa la realidad, por lo que sentir que se necesita un manual así es más bien por inseguridad, frustración, desencanto.... algo que no tiene nada que ver con esa otra persona, sino con uno misma, con la forma de sentirlo.

Y es que una de las cosas que más nos cuesta aceptar a los seres humanos es que no lo podemos controlar todo, y menos a otras personas. Porque el querer tener la ventaja de conocer mejor a esa otra persona es para poder tratarla de forma conveniente a nuestros objetivos y así conseguirlos. Es adecuar nuestro comportamiento para conseguir un fin: el amor, el sexo, una relación... Aceptar que nuestros objetivos no siempre estan en nuestras manos es liberador.

Por eso, en vez de sentir que se necesita un manual para entender al sexo opuesto, lo mejor es invertir esa energía en entenderse a uno mismo. Y disfrutar con ello. La relación que mantenemos con los demás puede ir y venir, pero la relación que mantenemos con nosotros mismos es para toda la vida. Vale la pena invertir en ella.