sábado, 21 de enero de 2012

¿Dónde queda la paciencia?

Ahora, como mujer soltera, tengo un largo camino delante de mí. Lleno de encrucijadas, atajos, piedras y demás obstáculos y accidentes geográficos. Cuando acabamos de dejar una relación, puede que nos encontremos un tanto perdidos. ¡Tantas opciones por delante y tan poco ánimo de explorarlas! Es más seguro quedarse en el sitio y dedicarse a otros menesteres, menos arriesgados, como los estudios, el trabajo o las amistades que ahora se nos antojan salvaguardias.



Algunos no tienen por qué salir con la montera a los caminos, pues otros caminantes dan con ellos en sus viajes. Pero otros, como yo, de mente inquieta, no podemos quedarnos ahí esperando ser encontrados. Y, aunque abrumados, nos lanzamos a la aventura.

Pues bien, en mi caso, estoy ahí ahí, dando pasitos en una dirección, retrocediendo, girándome 90 grados para ahora seguir por ese otro lado... Explorando el mundo online de las citas. O, más bien, el de intentar establecer nuevas relaciones humanas a través de una máquina. Y en una de éstas, di a parar con un chico que parecía estimular mi ingenio. Pero me pareció que se precipitaba porque de seguida salió a relucir el tema del sexo. Cuando se abre esta puerta, parece que luego es difícil cerrarla. Y no vayáis a pensar que a mí no me gusta entrar en ella y quedarme un buen rato, pero igual que agradable, puede ser peligrosa, sino se conoce bien a la persona que entrará con nosotros. Así que me gusta tomarme estas cosas con calma. Intenté hablar con esta persona, conminándole a conocernos en persona y ver si así las cosas seguían un curso más natural, porque entrar tan a trapo es bastante forzar las cosas. O, que simplemente, se busca sexo online, lo que no es mi caso.

El señorito no comprendió mis palabras y tampoco era cuestión de dejarle en evidencia, pues parecía una persona con buen entendimiento para que yo le analizara punto por punto lo que él debería saber hacer solito. Descartado éste, pasé a otro, el cual parecía tener más sentido común. Así que todo fue viento en popa, pudiendo charlar cómodamente hasta que me atreví a proponerle quedar. Una vez en la cita, también se precipitó al lanzarse sobre mis labios. Me pilló de improviso y no supe reaccionar adecuadamente, así que intenté saborear sus besos. Pero no sabían a miel ni flores del campo ni nada agradable. Lo más impactante fue que me encontré saboreando mi propia frialdad. Yo estaba pasando un buen momento en buena compañía, pero ante tanta intimidad, con alguien que a penas conocía, me sentí incómoda y lejana. Así que lo peor no fue la emboscada que él me tendió, sino el encontronazo conmigo misma. Cuando te fuerzan a una situación que te desagrada o incomoda, sin ser algo violento tampoco, nos ponen en una tesitura. ¿Cómo reaccionar, sin exagerar? Si una no hace nada y se deja llevar, se puede encontrar en una situación violenta para ella, haciendo cosas que no quería. Pero, sin tener que llegar a ese extremo, ya dar un simple NO, para algunas es violento. Pero hay que decirlo.

Al volver de la cita, no tuve ganas de seguir conociéndolo. Al menos, él se arrepintió y se disculpó, pero a mí me dejó pensativa. ¿Qué pasó con la paciencia? ¿Con el gusto por las cosas bien hechas? ¿Es que se va a acabar el mundo mañana, para vivir la vida a 200/hora? Yo ya vi que no surgió la chispa al poco, pero con algunos tarda y surge algo mejor con el roce, compartiendo poco a poco el tiempo y yendo a una creciente intimidad.

Como conclusión, sospecho que este viaje no va a ser tanto para conocer a otros (que también) como para conocerme mejor a mí misma. Y dependiendo de la suerte que tenga, podré aprofundizar más o menos en cosas que tenía pendientes desde hace tiempo. La buena suerte hace que disfrutemos más del presente pero la mala suerte, si nos incentiva a meditar y profundizar en nuestro interior, puede hacer que maduremos más en nuestro particular viaje hacia el autoconocimiento. 


                                                Deshacer el mundo, de Héros del Silencio