martes, 8 de noviembre de 2011

Sobre los finales

Hace unos días que se acabó una relación que tenía. Parece ser que éramos incompatibles. Lo que me lleva a preguntarme si eso era así o es que no nos esforzamos lo suficiente. Para mí las relaciones de pareja son algo importante, son un bonito proyecto que se tiene que empezar con ilusión, cuando te embarcas junto a alguien porque te gusta de forma especial y quieres conocerlo mejor dentro del compromiso que ofrece la relación: de confianza, fidelidad, respeto, compañía, y muchas dosis de esfuerzos por comprender al otro y aceptarlo.

En los dos o tres primeros meses todo es muy bonito. Parece que queremos ser apreciados y valorados y nos mostramos encantadores, limando nuestros "pequeños" defectos, escondiendo nuestros "cabreíllos" e intentando mirar con buenos ojos las intenciones del otro. Con el tiempo, se tiende a la acomodación y al malestar que, en general, conlleva. Pues se espera todavía que la otra persona nos intente seducir y se maraville aún con nuestras pequeñas particularidades.

Se pasa a la aborrecible fase de discusiones estériles y sin sentido, donde no es tan importante lo que se dice como sentir que nuestra pareja nos comprende y consuela. Buscamos un compañero de viaje largo, también tiene que conocer nuestra peor parte (mientras no sea como el oscuro pasajero de Dexter, jeje). Hasta aquí bien. Pero, si uno se pierde en las palabras y no llega a conectar realmente con esa persona, se va creando una fisura. Una distancia que con cada nueva discusión crece y crece hasta convertirse en una grieta insalvable. E insondable, porque uno quisiera tirarse por ella y salir por la vía rápida de la relación, ahora destructiva.

Así que cuando todo se acaba, uno se siente felizmente aliviado, nos hemos quitado un gran peso de encima, estamos orgullosos de habernos librado de... vaya elemento! Que lo aguante su madre! Y envidio a quien deja las cosas aquí y sigue su camino como si nada.



Porque para otros es el principio de un pedregoso camino plagado de dudas y preguntas sin respuesta. Y la vista ya no se dirige tanto a las faltas o defectos del otro, sino a los propios. A solas, no nos queda otro remedio que rendir cuentas a nuestra propia conciencia. Hay muchos que tienen un gran ego y todo se lo perdonan a sí mismos. Hay otros que no pueden vivir con la mínima culpabilidad y se castigan duramente por los fallos cometidos. Seguramente los vuelvan a cometer.

Y otros, en cambio, no acaban de ver la luz entre tanto matiz de gris. Toca pasar por el dolor del reconocimiento de los propios errores, comprender el por qué se actuó de la forma en que se actuó, intentar aprender de ello, aunque sabiendo que siempre hay nuevos fallos por cometer. Era tan importante lo que exigíamos para renunciar a seguir intentándolo?

Sólo uno mismo tiene la respuesta pero, me temo que muchas veces no hay respuesta. Para mí, esto es lo más difícil de aceptar. Lo que sí está claro es que a veces, sin quererlo, nos vemos metidos en una relación insatisfactoria, que tiene forma de círculo y del que no sabemos salir, porque todo lo que intentamos como solución nos lleva otra vez al mismo lugar. Por eso, el cortar definitivamente, puede ser una solución drástica para salir de esa circularidad viciosa y poder sopesar qué demonios nos cegaba tanto, en qué punto perdimos el control y decidimos saltar del barco, cada uno por su lado.

Una relación fallida es un fracaso personal, sí, un intento de llegar a la más grande y agradable intimidad con otro ser humano que dejó al descubierto nuestras carencias personales, nuestra falta de habilidad para entregarnos y abrirnos, nuestro lado exigente e infantil o cualquier otra parte de nosotros mismos que quisiéramos no tener o, al menos, poder tener en el fondo del armario bien atada y amordazada. Pero también es una experiencia para el aprendizaje personal, para el control de las emociones, el autoconocimiento.





Por eso, sobretodo, una relación es también una relación con nosotros mismos y a veces, a quien no aceptamos es lo que vemos reflejado en el espejo que nos muestra el otro. Nuestro reflejo. Que no queremos reconocer como propio. Siempre es más fácil culpar al otro que convivir con la culpabilidad!

Por eso vuelvo al principio... éramos incompatibles o no nos esforzamos lo suficiente por encajar cada uno en la vida del otro?


lunes, 7 de noviembre de 2011

Chica busca chico

Soy una chica de Barcelona. Aunque con 33 años debería llamarme mujer, pero hoy día todos nos sentimos jóvenes. Y no me extraña, porque la inmadurez está a la orden del día. Incluso en mí.

En este espacio pretendo narrar mis aventuras y desventuras relacionadas pues... con, precisamente eso, las relaciones, ya sean de amor, de desamor, de sexo, de abstinencia (forzada u opcional).  En busca de esa persona especial que no acabo de encontrar. Pero también de las diversas visicitudes de la vida con las que me vaya topando.

Reflexiones en voz alta, a modo de diario, que espero me sirvan para ir acomodando todas esas vivencias en un sitio que me permita ir madurando sobre la marcha y, al mismo tiempo, compartirlas por si a alguien le entretiene la lectura de éstas, que espero sea íntima y divertida, pues pase lo que pase, intentaré no perder nunca ese toque irónico que me caracteriza.