sábado, 17 de marzo de 2012

Cuando el barco se hunde

A ciertas edades, y cada vez viene siendo normal comenzar desde más joven, se tiene ya un poco de experiencia en esto de las relaciones. Aunque no por ello las rupturas dejan de ser dolorosas, es como si uno nunca llegara a estar lo suficientemente curtido. Porque cuando se ama, se ponen en juego los sentimientos. Y eso está bien: si uno quiere algo, tiene que arriesgarse, el premio vale la pena, porque cuando nos corresponden ya sólo eso nos puede hacer muy felices. Lo malo es que si se pierde, el precio es un poco alto.  


                                                La espuma de Venus, de Héros del Silencio

Cuando una relación va viento en popa, no hay mayor problema que el saber aceptar y valorar las cosas en su justa medida, pero cuando va mal, la sombra de la ruptura planea en el aire. Entonces, ya no nos podemos quitar de la cabeza la idea de romper, de separarnos de esa persona que puede que no nos haga mucho daño, pero que no nos hace felices. Y cuando esta idea nos invade la mente, como un virus sin cura, ya no queda otra cosa que decidir inminentemente qué hacer al respecto o alargar la toma de decisiones. Porque siempre es duro decidir, a pesar de que a veces nos toque ser a nosotros los malos de la película y poner un final a ésta. Porque no queremos hacer un drama ni un vodrio de nuestra historia. Pero duele igualmente, porque hemos depositado en nuestra relación esperanzas, proyectos, ilusiones... que vemos que no han acabado en ningún lado.

Tiempo perdido y, aún así, nos cuesta dar el paso y hablar claramente con la otra parte interesada. Cuando al final nos decidimos, nos toca muchas veces explicar lo que nosotros mismos no entendemos bien, aguantar una pequeña borrasca que nos hace sentir culpables y, a la que tal vez, acabemos dejando de oponer resistencia, para volver más tarde a empezar con el proceso que hemos postergado. Pero cuando seguimos adelante con determinación, a sabiendas de que, aunque dudemos, no vemos ninguna otra solución, no hay otro camino que el acabar lo empezado. Pero, esto es lo peor, que muchas veces se duda a ratos de si no nos estaremos equivocando y dejando escapar a alguien que nos quiere o, al menos, nos acepta o tolera. Entonces puede que nos preguntemos si somos demasiado exigentes o si lo único que hacemos es luchar por lo que queremos. Son preguntas que sólo mucho más adelante, con mayor perspectiva, podrán ser contestadas.


Pero volvamos al momento de la ruptura. A veces sucede aunque no tuviéramos con esa persona una relación de pareja. Aunque simplemente estuviéramos enamorados y la persona amada no nos correspondiera. Llega un momento en el que se tiene que renunciar a seguir en esa situación, por nuestro propio bien, porque resulta demasiado costoso emocionalmente. Los amigos nos dicen: "olvídalo/a, pasa página, hay muchos como él/ella!" Y nosotros nos sentimos incomprendidos, porque qué fácil es hablar así cuando no es uno quien siente! Pero sabemos que, en el fondo, tienen razón. Y hay que esforzarse para olvidar, pasito a pasito, poco a poco.

De hecho, superar la ruptura de una relación donde hubo sentimientos intensos es comparable con el proceso de duelo, que tiene lugar cuando alguien fallece y nos deja para siempre. La diferencia es que la persona que se aleja de nuestra vida (así sea porque lo decidimos nosotros o él), está viva, pero ya nada será lo mismo y nos sentimos desconsolados por todo lo que se deja atrás. Por eso es bueno darse un tiempo para aceptar las cosas, llorar y compadecerse un poco y luego mirar hacia adelante porque la vida continúa y, además, si hay algo seguro en ella es que después del 1 va el 2, y el 3 y el 4...  

Hay que entender que el dolor es parte del proceso. Cuando nos hacen daño, así sea voluntariamente o no, tenemos que encajarlo. Primero llega el golpe, casi siempre de improviso. Nos impacta, nos deja indefensos. Pero hay que reaccionar: o huir o luchar. Si decidimos luchar, tiene que ser respetando lo que la otra persona quiere. Si decidimos abandonar, tenemos que poner de nuestra parte igualmente. Renunciar a luchar a veces es peor que perder, pero repito, hay que respetar que la otra persona decida no querer nada con nosotros o no de la manera que a nosotros nos gustaría. 

Así pues, el duelo tiene unas fases por las que hay que pasar para superar la pérdida.



Lo primero es aceptar la pérdida. Nos hemos quedado sin esa persona. La negación es algo habitual, uno se resiste a resignarse a ello. Se lucha desesperadamente, algunos suplican, amenazan, se enfadan, prueban todo lo que se les ocurre para retener a esa persona.... hasta que se acepta.

Lo segundo es no negar el dolor que se siente. Medicarse (siempre bajo el seguimiento de un profesional) puede ser útil pero hay que entender que es adormecer los sentidos, que el problema seguirá ahí, esperándonos y que parte del dolor es natural, hay que sentirlo para superarlo. Llorar, llorar, llorar. Lamentarse y sentirse desgraciado. ¿Por qué no? Es parte también de la vida. Hay como una especie de cruzada contra el dolor. Éste nos presenta como seres débiles y, además, inconsolables a los intentos de nuestros seres queridos por aliviarnos, agravando nuestra relación con ellos o haciéndonos sentir peor aún. Pero el problema no está en padecer por causas normales, sino en la duración de este padecimiento. Como fase que es, llegado un punto hay que ir poniendo de nuestra parte para superarlo, esforzándonos por hacer cosas agradables, por seguir con nuestra rutina, retomar actividades que habíamos dejado de lado, etc. 

Entonces, lo tercero es trabajar en ello. Hasta que, poco a poco, iremos pensando menos en lo que nos duele y encontrando un lugar cómodo en el cual ubicarnos.


Al final del túnel siempre está la luz, aunque después de haber estado tanto tiempo en la oscuridad, nos puede parecer deslumbrante, llena de nuevos peligros para nuestro recién recuperado estado de calma, muchas veces precario. Pero no olvidemos que la vida hay que vivirla y eso no lo puede hacer nadie por nosotros! Y vivir aventuras requiere explorar y correr riesgos. Así que, mucho ánimo a los que estéis en ello!